Un apunte final (y perdón por este brote sentimentaloide, tengo la regla, ¡¿qué pasa?!)

A veces necesitamos echarlo todo fuera para volver a nacer. En este proceso salpicamos a mucha gente. Ellos saben quienes son y también saben que sin ellos no habría renacer. Pero sobre todo sin la voluntad propia. Porque no basta con querer, hay que esforzarse.
Es un proceso duro, se llama maduración.

Y es que hoy no he podido dormir peor. Resultado: unos ojos enrojecidos e hinchados hasta niveles mongólicos, e incluso décimas de fiebre. Si es que no es bueno preocuparse tanto, ya me lo decía mi madre. Pero, a esas altas horas de la mañana, las ideas vienen y van, y con ese zumbido constante es imposible conciliar el sueño. Una tortura, eso es en lo que se convierte la noche.

Hoy estoy hecha polvo pero mucho más descansada, como si me hubiera deshinchado. Noto que todavía me queda camino para destensarme del todo, si es que alguna vez llego a lograrlo del todo.

A veces pienso que el ser humano es gilipollas. Por qué nos preocupamos tanto por las cosas si, al fin y al cabo, todos vamos a acabar convertidos en polvorilla. Entiendo el esfuerzo y la dedicación por conseguir cosas que nos llenen y nos hagan más rica la vida, pero esta inercia por el sufrimiento que a veces demostramos los humanos es algo que no me cabe en la cabeza. ¿Para eso nos sirve el cerebro? ¿Para no dejar de darle vueltas a las cosas? Por diossss...