La vida en un examen
El otro día topé con un artículo en El Periódico (domingo 25 de junio) que me dejó los pelos como escarpias. Si nosotros nos quejamos de nuestro sistema educativo (que es malísimo), los chinos lo tienen muchísimo peor.
"China, con 1.300 millones de habitantes, ofrece 2,6 millones de plazas universitarias públicas. Optan a ellas este año 9,5 millones de jóvenes. La presión es máxima: uno de cada tres estudiantes menores de 17 años sufre depresión o paranoia. Los padres suelen empeorar las cosas: la política de hijo único les hace depositar todas sus esperanzas en el éxito de su vástago. Muchos dejan su trabajo para ayudar a su shijos, alquilan habitaciones en hoteles cercanos al centro de la pruebas o piden que se pare el tráfico para no romper su concentración.
Para algunos la presión es inaguantable. Las noticias luctuosas son habituales. A Wu Wenwen, de 16 años, le prohibieron entrar en un examen con el pelo suelto. Cuando regresó con la cinta reglamentaria le dijeron que ya era tarde. Se suicidó.
El año pasado, un joven de 18 años mató a pedradas a su madre. No paraba de hablar del Gao Cao, se justificó. La madre había dejado el trabajo confiando en las pruebas".
"China, con 1.300 millones de habitantes, ofrece 2,6 millones de plazas universitarias públicas. Optan a ellas este año 9,5 millones de jóvenes. La presión es máxima: uno de cada tres estudiantes menores de 17 años sufre depresión o paranoia. Los padres suelen empeorar las cosas: la política de hijo único les hace depositar todas sus esperanzas en el éxito de su vástago. Muchos dejan su trabajo para ayudar a su shijos, alquilan habitaciones en hoteles cercanos al centro de la pruebas o piden que se pare el tráfico para no romper su concentración.
Para algunos la presión es inaguantable. Las noticias luctuosas son habituales. A Wu Wenwen, de 16 años, le prohibieron entrar en un examen con el pelo suelto. Cuando regresó con la cinta reglamentaria le dijeron que ya era tarde. Se suicidó.
El año pasado, un joven de 18 años mató a pedradas a su madre. No paraba de hablar del Gao Cao, se justificó. La madre había dejado el trabajo confiando en las pruebas".
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