martes, junio 13, 2006

No me digas nada, hazlo

La palabra contra el acto. ¿Qué es preferible, mil palabras bien escritas o una profunda y significativa mirada? A veces las palabras se alían con los actos y los refrendan, pero, cuando no ocurre así, normalmente siempre es la mirada quien confiesa la verdad.

A veces las palabras nos juegan malas pasadas. Cuando uno escribe, tiene una idea muy concreta en la cabeza y en el corazón, pero no siempre se consigue traslucir todo lo que se quiere decir. Y son precisamente los más verdaderos y puros sentimientos los que mantenemos ocultos, porque creemos que son tan evidentes que simplemente da vergüenza plasmarlos en un soporte tangible.

Cuántas veces hemos malinterpretado mensajes, cartas, correos electrónicos e incluso frases que soltamos al azar sin pensar dos veces. Hay momentos en los que escribimos con una impresión de ánimo alterada y el mensaje queda, por consiguiente, adulterado.


La comunicación directa es sin duda la mejor, da la posibilidad de estudiar los gestos y expresiones de tu interlocutor y el aporte es incomparablemente mucho más interesante.
Las palabras pueden ser duras, pero lo son mucho más cuando no vienen acompañadas de un intérprete.

Cuántas veces he maldecido los correos electrónicos, los teléfonos móviles y la madre que los parió a todos. Donde esté un vis-a-vis , que se quite todo lo demás. Y los mensajes, cuanto más directos, mejor. No establezcamos barreras donde no existen.

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