miércoles, noviembre 22, 2006

Por una vida digna

La situación actual del joven es, cuando menos, deprimente. El panorama no puede ser más desolador: carreras interminables que te llevan a desembocar en trabajos en los que trabajas más horas que un reloj y cobras un sueldo miserable, precio de los pisos (alquiler o compra, da igual) de risa... muchos de los más talluditos dirán "eso ya pasaba en nuestra época". De acuerdo, todos hemos sido explotados en nuestra juventud, en mayor o menor medida. Pero algo me dice que la burbuja inmobiliaria no es la que padecemos ahora. Porque menuda gracia supone para muchos cobrar 800 euros al mes y pagar 750 de alquiler. No digo que no gocemos de otras comodidades, aunque yo renunciaría sin dudar a muchas de ellas por acabar con una situación tan aberrante e indigna.

A una, que siempre ha seguido el régimen establecido más o menos a su manera, le dan ganas de coger una antorcha y quemar a todos los cabrones que tienen los bolsillos llenos de pasta a costa de humildes trabajadores que se dejan los callos todos los días en su puta empresa. Pero esto sería demasiado fácil. Lo difícil, pero lo más rentable a largo plazo, sería ponernos de acuerdo las nuevas generaciones, y crear nuestras propias reglas. Porque sin presente, que somos los jóvenes, no hay futuro. Sin embargo, hay una carencia de mentalidad sindicalista en las hornadas actuales que resulta descorazonadora, ya que resulta imposible llevar adelante cualquier iniciativa laboral. La comodidad, la complacencia y la frivolidad asedian a los jóvenes de hoy, que tienen las mentes atrofiadas con tanto móvil y tanta hostia. A la hora de la verdad no saben donde tienen la boca para pedir lo que es justo, sólo la encuentran para decir tonterías y lamer culos. Porque eso muchos han aprendido a hacerlo extraordinariamente bien. Nuestros padres nos han introducido en un estado del bienestar que nos crea unas legañas inmensas que nos impiden ver la realidad de frente.

Mientras mi boca se caldea y se llena de palabras, no recibo ni una sola palabra de aliento, ni rastro de todas las acaloradas quejas que los trabajadores acometen en su intimidad. Si no mostramos unidad frente a la mano que nos atenaza, nuestra lucha se convertirá en una luna de papel mojada, inútil e incómoda.

1 comentario:

Cereza dijo...

Gracias, resulta alentador saber que hay gente que piensa por sí misma :)

Un beso