martes, julio 04, 2006

Calores

El calor me aletarga, me produce un sopor que muchas veces no desaparece hasta que el sol no compienza a despedirse. Al salir de esas salas refrigeradas a tope a la estéril calle notas como un ente llamado bochorno te abraza sin piedad y se engancha a ti como una lapa. También está presente justo al salir de la ducha. No te permite embriagarte ni un instante con la frescura del jabón y la humedad de la piel recién lavadita.

Muchas veces salgo del trabajo con la cabeza embotada, no sé si de mirar tanta tele o de la pesadez que produce tanto sofoco. Aunque parezca lo contrario, soy un bicho amante del verano, pero esto de tener que hacer cosas eficientes y eficaces bajo el sol y no precisamente de la Toscana debería estar prohibido. Estoy segura de que la productividad alcanza sus números más pésimos durante esta época. Algunos trabajos lo han sabido contemplar y han implantado la jornada intensiva. Otros, que no pueden modificar así los horarios, pasan como pueden los últimos y penuriosos días que quedan para las ansiadas vacaciones.
Ánimo, que ya queda poco. O menos.

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