jueves, julio 20, 2006

Julio

Hoy, a pesar de que las vacaciones están cerca, ya tengo el piso semi-arreglado y otras cosas también... estoy como de mal café, incluso un poco triste. ¿Por qué nunca estamos contentos con lo que tenemos? En realidad no pido mucho, sólo que mis padres no se peleen y tener a alguien que me escuche y a quien escuchar de vez en cuando.
También me preocupa mi perro, pero eso ya es harina de otro costal. Hay que ver lo mal que lo pasan los animales en verano, y sobre todo si son viejitos.

No sé que más escribir porque en realidad no tengo nada más que decir. Sólo sé que esta noche va a ser una de esas, larga y calurosa, en las que las sábanas se te enganchan y el viento parece un milagro de dioses. En fin, voy a ello. Suerte vosotros también...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Tienes razón. O casi. A veces, sí estamos contentos del todo, pero en mi opinión debemos aceptar que son momentos, a lo sumo, días.

Yo además, me he dado cuenta que mi estado de ánimo no depende tanto de las circunstancias. Por ejemplo, actualmente no tengo piso, vivo en casa de una amiga a la espera de encontrar uno. Pero no puedo alquilar ninguno porque no sé si seguiré trabajando en el mismo sitio ni haciendo lo mismo, porque mi trabajo está en el aire y hay muchos cambios allí. Ídem con las vacaciones: quería marcharme con un amigo a un país del Este, pero antes debo arreglar lo del trabajo y el piso. Y sin embargo, estoy contento.

No sé si funciono al revés que todo el mundo, a veces lo pienso... Pero cuando más jodidas estan las cosas, tengo más fuerza y más lleno me siento.

Por eso, entre otras cosas, no me importa mucho si esta noche pasaré o no calor.

Por cierto, ¡¡¡yo sí me lo merezco!!! de hecho, todavía no me contestaste, srta.Kriptonita, mi comentario de uno de tus artículos... creo que lo titulaste "Ambició".

Además, aunque muchas veces no demos nuestra opinión, seguro que no soy el único que leo, asiduamente, tus interesantes artículos.

Cereza dijo...

Muchas gracias, participante "anónimo". A veces son simplemente gestos como éstos los que me hacen renacer otra vez la chispilla.

Es cierto que la felicidad no atiende a razones, nos brinda su presencia cuando menos te lo esperas y pocas veces atiende a razones materiales. O al menos, ese tipo de felicidad no suele durar mucho si no tienes alguien con quien compartirla.

Cuando el estado de ánimo es "cansino", todo molesta, desde el que te echa el aliento en el metro hasta el vecino que deja toda su basura acumulada en la puerta. Por suerte, la vida es una montaña rusa, unos días arriba, otros abajo. La cuestión es seguir montada en el carruaje.

Suerte con el trabajo, el piso y el viaje al país del Este. Y si finalmente se materializa espero una crónica bien surtida :)

Un beso