jueves, marzo 02, 2006

Cuarto Menguante

Me gusta el cielo. Me gusta el sol, las estrellas, los pocos planetas que se avistan desde nuestra esfera... pero sobre todo me gusta la luna.

Para mi la bóveda celeste es como un paraíso para los sentidos, me pierdo en él y todo me parece irrisorio en comparación. Los problemas se me aparecen insignificantes, los hechos de la vida relativos... es el resultado de contemplar la vida desde un punto de vista global.

Cuando miro al cielo, los ojos se me abren cual gato de Shrek, y mi mirada no sólo se amplia en el sentido físico y literal. Es uno de los pocos momentos en los que los recuerdos tienen su mejor sabor y el futuro es más halagüeño.

Pero la luna llena... la luna llena me pierde (quizá es porque soy un poco loba juaas). La veo tan cercana y tan imposiblemente redonda... tengo que confesar que tengo una extraña y peculiar debilidad por las cosas esféricas; me impresiona su perfección y la maleabilidad de sus proporciones. Además, a una cosa redonda no le puedes buscar aristas, las cuales odio, y tiene mil caras. También tiene la ventaja de que, echada a rodar, siempre se mueve, la inmovilidad no es ciertamente una de sus características.

Últimamente padezco de unos raros mareos, como si estuviera viajando en un buque mercante (lo curioso es que yo no me mareo ni leyendo del revés en el coche, es una cuestión de suerte: no tengo puñetera orientación pero en compensación tengo un sentido del equilibrio excelente).
Una compañera me comentó el otro día que hay personas que sienten la atracción de la luna más que otras, sobre todo cuando la luna está en cuarto menguante, tal como parece estar ahora. No me acabo de creer estas interpretaciones, pero, si afecta al mar, a los animales, a las plantas y a los pelos de mis piernas, ¿por qué habría de ser yo diferente?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Menudos ojitos...

Anónimo dijo...

Es que tú eres rara y punto jeje