Descifrando el código
Quiero denunciar seriamente el intenso daño que está haciendo la tecnología a nuestra lengua. Ante todo, quede manifiesto que soy una de las primeras "aprovechadas" de la técnica; me confieso enganchada al messenger, a los periódicos digitales, a los weblogs y a todas esas indudables ventajas que con el siglo XXI se han puesto a la orden del día. No soy ninguna purista, precisamente.
Pero es de otra cosa de la que quiero hablar. Es del comúnmente denominado text message. Gracias a la cultura de los mensajitos, hay muchos críos que no saben que hola se escribe con hache. Anuncio por adelantado la desaparición de la h en la próxima dácada. Pero es que no quepo en mí cuando recibo un mensaje y tengo que leerlo en voz alta para entender lo que pone. Economizar me parece estupendo, ya que no está el bolsillo como para tirar cohetes, pero otra cosa muy distinta es necesitar subtítulos para lograr entender algo.
Hay mucha gente que asegura que sólo "economiza" en las cosas menos importantes, es decir, correos y mensajes a colegas, pero que nunca lo harían en una redacción de trabajo o en un examen. Pero a la hora de la verdad, ya se nos han escapado un par de "q" y de "k" por el texto de manera automática. Y ni nos damos cuenta.
En fin, no voy a ser más pesada, pero no puedo evitar horrorizarme al recibir un correo escrito en jeroglífico -no será por ahorrar, que aquí las letras son gratis- y plagado de faltas de ortografía. Me daña la vista. Espero que a la larga no me acabe dañando el oído. Porque ya se sabe. Todo lo malo se pega.
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