A veces...
A veces las mejores cosas no tienen por qué ser necesariamente las más importantes, al menos aparentemente. Tener un buen trabajo, ser respetado profesionalmente, tener casa, coche y todas las posesiones materiales que se precien son por descontado pilares imprescindibles en nuestra vida. Pero en el día a día... de qué sirve tener todo eso si no puedes compartirlo, si tu familia pasa por momentos difíciles o tú misma. A veces nada importa, lo tienes todo y de todas maneras te sientes vacía.
A veces las pequeñas cosas, esos mínimos gestos, a veces inapreciables, son los que cambian el rumbo de nuestra existencia. Son por esas cosas que nos levantamos cada día, y no porque nos suena el despertador.
A veces...
A veces las pequeñas cosas, esos mínimos gestos, a veces inapreciables, son los que cambian el rumbo de nuestra existencia. Son por esas cosas que nos levantamos cada día, y no porque nos suena el despertador.
A veces...
una bonita palabra susurrada al oído...
una leve caricia al andar...
una mirada cómplice...
un beso en la punta de la nariz...
un zumo de naranja recién exprimido por la mañana...
una mirada cómplice...
un beso en la punta de la nariz...
un zumo de naranja recién exprimido por la mañana...
...es suficiente.
Y otras veces simplemente todo es una mierda.
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